Para seis personas: un litro de leche y 2 cucharadas soperas rasas de té.
La costumbre de añadir azúcar al té se desarrolló en Europa a finales del siglo XVII y donde más se extendió fue en Gran Bretaña. No se cree que llegase de China con las primeras importaciones de té, pues los chinos no solían beber el té con azúcar. Sólo se añadía azúcar en algunas regiones de China, entre las que destacan los montes Bohea.
Los británicos se fueron decantando por las bebidas endulzadas hasta el punto que, a finales del siglo XVIII, el consumo de azúcar en Gran Bretaña era diez veces superior al de Francia u otros países europeos. Las cucharillas, las bandejitas para las cucharillas, los azucareros y las tenacillas para el azúcar se convirtieron en elementos básicos de los servicios de té y los emigrantes llevaron la moda a Norteamérica.
Los especialistas recomiendan beber el té sin azúcar, pues enmascara el sabor de la infusión. No obstante son muchos los que siguen añadiendo una o dos cucharaditas.
Resulta imposible saber cuándo y por qué los británicos empezaron a añadir leche al té. Esta costumbre parece remontarse a la época en que se consumía más té verde que negro y tal vez se agregaba leche para suavizar el amargo sabor astringente de la infusión. O quizá fuese el resultado de los contactos con los mongoles o los primeros manchúes, quienes también añadían leche al té. Otra teoría explica que en los siglos XVII y XVIII se vertía un poco de leche en los cuencos chinos antes del té caliente para reducir el riesgo de que se quebrase la porcelana. Desde la introducción del té en Gran Bretaña se contempló la opción de tomarlo con leche, y a mediados del siglo XVIII se puso de moda. Por otro lado los holandeses tuvieron exactamente los mismos contactos comerciales y, sin embargo, no tomaban leche. Los franceses tampoco mostraron ninguna inclinación por el té con leche, y parece ser que la Marquesa de la Sablière era la única que lo tomaba en 1680.
La costumbre de añadir leche al té se extendió por toda Gran Bretaña a finales del siglo XVII, desde donde viajó a las colonias inglesas. En la actualidad, casi todas las mezclas destinadas al mercado británico están concebidas para tomarse con leche y los países productores tienen este factor en cuenta al fabricar tés para la exportación. A pesar de que la adición de leche a una taza de té es una simple cuestión de gusto personal, cabe tener presente que la leche estropea el sabor de algunos tés, especialmente los blancos, los verdes, los Pouchongs, los Oolongs, la mayoría de tés negros de China (con la excepción de Yunnan), los Darjeelings de primera cosecha, los tés aromatizados y algunos tés negros ligeros.
En cuanto a la cuestión de qué debe servirse primero en la taza, la tradición insiste en que debe ser la leche. Es cierto que al verter el té sobre la leche, se mezclan mejor. Según el criterio científico oficial, es preferible poner antes la leche en la taza, porque así se enfría el primer té que se incorpora y se reduce el riesgo de escaldar la leche, lo que podría producir un sabor desagradable. En cambio, otras personas prefieren añadir la leche después, pues así resulta más fácil conseguir las proporciones deseadas. En cualquier caso, no existen normas estrictas, sino que es una cuestión de gusto personal.